martes, 27 de abril de 2010

Las juventudes en Lambayeque. Una aproximación a sus realidades (1)

Por: Antonieta Pacheco Jara (2) 



Como Iglesia y en continuidad con nuestra misión de seguir sembrando el Evangelio de Jesús en el día a día, los y las pastoralistas tenemos anhelo de estar en el “hoy” de la juventud, pues sabemos que están insertos en varios contextos o espacios sociales. En el Directorio General para la Catequesis se cita “El discípulo de Jesucristo, en efecto, participa desde dentro de `los gozos y esperanzas, de las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo´, mira la historia humana y participa de ella, no sólo con la razón sino con la fe.”


La presente aproximación diagnóstica de las juventudes en la región Lambayeque, busca comprender la problemática social y los modos de abordaje de ésta, a fin de poder tener elementos de rutas para investigaciones o diagnósticos, aunque sobretodo en esta ocasión sea para dar respuestas institucionales a dicha realidad de los y las jóvenes.
 
Comprender la dinámica social y las relaciones vinculantes que van construyendo las juventudes, pueden aportarnos en los estilos de evangelización que se vayan diseñando desde una pastoral de conjunto. Su misma dinámica grupal al ser analizada nos aporta pistas de los elementos que la conforman, luego de las cuales podremos diseñar estrategias pastorales que respeten los procesos grupales juveniles, pero no con una mirada juvenilista sino más bien desde un abordaje cada vez más integral e integrador en el seno de la Iglesia y ergo en la sociedad .



Esta interpretación surge de lo “visto y oído” en distintos espacios juveniles, aunque se hará referencia a jóvenes de dentro y fuera de los grupos pastorales, dado que la evangelización está dirigida hacia todos.

 
Su aspecto personal y grupal


En Lambayeque cuando hablamos de juventud estamos hablando de un término socialmente construido que ha ido legitimándose en la sociedad, puesto que por ejemplo se sabe que la juventud legalmente hablando comprende a ciudadanos de 15 a 29 años de edad, este dato es el único que permite aglutinar de manera común a las juventudes, sin embargo es indudable que nos plantea el desafío de la diversidad, pues no es lo mismo un joven de 15 años de Chiclayo que una joven de la misma edad de Incahuasi o Cañaris, ni de Morrope por señalar algunos espacios geográficos. Según datos del Censo INEI del 2005 la población con esas edades en la región son 305 274. Aspectos sobre lo social, económico, ambiental y político institucional han sido abordados desde el 2007 en la región y hoy se cuenta con un Plan de Políticas Públicas de Juventud y Cultura de Paz para Lambayeque, que considero de lectura obligatoria para toda persona que trabaja con juventudes.


En lo cotidiano con los jóvenes podemos señalar que es una juventud generosa, emprendedora, religiosa, aunque con dificultades de disociación de su ámbito personal, su proyecto de vida (cuando este existe) y lo comunitario o local; puede vivir con facilidad los aspectos de su vida como compartimentos estancos y separados, lo que le dificulta vivir con mayor interioridad la vida de fe y sus compromisos. Esto último quizá producto de sus aprendizajes en instituciones de de los compromisos profesionales, familiares y laborales no logran vincular todo lo aprendido en esos espacios distintos como son: el centro de estudios, el hogar y el trabajo, por señalar sólo algunos. Una de las consecuencias de todo ello es que se piensa entonces que la vida cristiana en comunidad puede ser parte de una etapa de la vida y que termina más prontamente en la medida que se van asumiendo otras responsabilidades, en vez de ir generando nuevos estilos de seguimiento de Jesús en sus propios y nuevos espacios.



Las familias se han convertido algunas veces en espacios de refugio, donde se ha ido dejando de lado los encuentros y las oportunidades de escucharse. Los pastoralistas notamos aquella demanda de la juventud de ser escuchada y que no siempre es una confesión, por eso es que necesitamos generar encuentros con sus familias a partir de escuchar más que de saber ya qué decir. En la etapa de la juventud, los proyectos personales van dibujándose y uno de esos trazos será sus ideales de familias a partir de la experiencia concreta o de su reinterpretación. En los grupos juveniles es fácil ubicar esos mosaicos de jóvenes en relación a sus familias, unos que tienen todo que esperar de sus papás o de las que hacen las veces de padres, que identifican en ellos a sus “auspiciadores de sus demandas”, otros que señalan a los papás o los que hacen sus veces, como “amigos en todo” que reflejan una difusa identificación de los roles de autoridad, algunos que encuentran en sus papás aquellos “modelos de sacrificio” aunque aún no se han dado el tiempo de preguntar si quieren imitarlos. Y así hay otros tantos modelos suscitados de una experiencia tal vez poco reflexionada.

 
En ese escenario lo común es la dificultad comunicacional, que considero, no es por la diferencia generacional, sino que es más bien por las nuevas prácticas que se van instalando en las formas de trabajo que se dan en la sociedad. Por ejemplo trabajar menos de 8 horas es cada vez más escaso, los sobretiempos son “premios” obligadamente rentable y aceptados por muchos, so pretexto de mejorar la tan mal llamada y entendida “calidad de vida”. En ese panorama las juventudes van buscando otros grupos o espacios referenciales, que suplen afectos de manera usurpadora, pues no hay más para la juventud que el seno familiar como espacio gratuito de dar y recibir afecto. Me atrevo a decir que cualquier otro forma o estilo de grupo de jóvenes, que busque suplir el rol de las familias, de dar y recibir afecto, es un tanto perverso en su intervención y en su tarea de soporte para con los y las jóvenes.



Su aspecto comunitario y de compromiso cristiano


En cuanto a lo comunitario y los niveles de compromiso cristiano de la juventud, estos encuentran sus antecedentes primarios en los estilos de organización al interior de la familia, si los roles son compartidos, si cada uno de los miembros se siente parte importante, esto no sólo contribuye al fortalecimiento de la personalidad sino que al mismo tiempo, aporta al descubrimiento de la dimensión comunitaria, encuentro en ello la importancia de la comprensión del “otro” como alguien distinto y valioso a la vez . Luego en la juventud esto se refleja en los niveles de compromiso comunitario que van teniendo en sus espacios sociales (grupo juvenil, centro de estudios, trabajo, etc)


Con relación a lo anterior, percibo que en la pastoral cada vez es más contraproducente el hecho de la identificación del “líder” dado que los grupos juveniles deben ser para los y las jóvenes el espacio de ensayo, de aquellos roles comunitarios, no siempre bien identificados ni apoyados en sus familias. Se descubre que la figura del “líder juvenil” no tiene claro su rol más allá de transmisor de algunas ideas o mensajes. Hay necesidad de apreciar los juegos de roles que se dan al interior de los grupos juveniles a fin de poder leer, no únicamente los niveles de responsabilidad asumida por cada uno de los integrantes, sino para identificar aquellas dificultades que se van dando en relación con la figura de autoridad. A nivel pastoral, se aprecia muy pocos jóvenes que tienen una relación genuina con la autoridad en la comunidad parroquial. Y por otro lado no siempre es bien entendida la tarea adulta de los agentes pastorales (sacerdotes, religiosos o laicos) en ayudar a descubrir la comunidad parroquial, entendida esta como una porción del territorio del pueblo de Dios, sino que más bien se suele alimentar los capillismos. A veces se puede quedar únicamente en que los o las jóvenes sean funcionales a las tareas que se requieran, pero en la pastoral los procesos de aprendizaje a la vida comunitaria son indispensables; porque por encima de todo la tarea la ser iglesia se debe reflejar en la vida social, es lo que hemos afirmado de distinta manera en lo que llamamos “civilización del amor”



En este aspecto quisiera señalar algo que he podido apreciar en estos dos últimos años a partir del trabajo con jóvenes de organizaciones sociales, una apertura grande a la novedad de la fe en Jesucristo, sin embargo percibo una serie de cuestionamientos a la Iglesia a partir del clero, acá se aprecia una formación eclesial simplista, pues aunque la Iglesia es jerárquica, la Iglesia no es la jerarquía. Ciertamente podríamos ponernos a analizar qué nivel de testimonio reciben desde un sector de la Iglesia la juventud; sin embargo considero que es mejor acentuar una solida formación eclesial a fin de tender puentes de encuentros con estos jóvenes que gozan aun de una religiosidad recibida transmitida por las familias o por la propia cultura local.

 
No me detendré en hacer una apreciación de los niveles de compromiso al interior de las pastorales, dado que considero mejor plantear algunas interrogantes, por ejemplo ¿en qué medida se identifica que un joven es más o menos comprometido que otro al interior de nuestras parroquias?, ¿es la permanencia en un determinado grupo el indicador de compromiso? ¿el compromiso cristiano es únicamente una práctica religiosa? ¿se vincula la práctica sacramental con los compromisos del creyente? ¿no será que el compromiso cristiano se ha visto de manera muy intimista y poco ligado a lo comunitario y eclesial-social?. Todas aquellas interrogantes surgen de ver una pastoral juvenil en clave vocacional, dado que es en esta etapa de la vida, en que los jóvenes construyen sus proyectos y están en proceso de definir sus opciones. Acompañar la vida de los jóvenes con el único interés de provocar que se encuentren con Jesucristo, será la mejor esperanza en la renovación de pastoral.

Sus proyectos de vida y su mirada a la realidad circundante


Una de las características de las sociedades actuales es su inmediatismo, lo que por ejemplo se refleja en la juventud, con sus ausencias de proyectos de vid; vivir el momento y la angustia del futuro puede tener su correlato en las pocas oportunidades que encuentren en la sociedad adulta, el encontrarnos con jóvenes que están casi al termino de sus carreras que no cuentan con prácticas profesionales, se desalientan con facilidad. Un mercado laboral confuso y contradictorio, que exige experiencia pero que no da oportunidades de tenerlas.


Por otro lado, aquella juventud que ha ido construyendo sus proyectos de vida inspirados en los valores del evangelio y el modelo de Jesucristo, son interpelados por el ámbito laboral y fácilmente sucumben a las reglas del mercado, disociando nuevamente lo público de lo privado y viceversa. Me ha tocado escuchar a jóvenes catequistas que estudian enfermería y que por ejemplo deben hacer como práctica profesional talleres de “salud comunitaria” no interpelarse en lo absoluto por el hecho de enseñar a poner preservativos a jóvenes u adolescentes. No hablo de lo oportuno o no de lo que hacen en relación a la prevención, señalo más bien el hecho de que el argumento detrás es que, ser catequista es parte de su vida personal y privada y lo otro es parte de su profesión, quizá lo mismo pueda estar pasando con otros jóvenes en otras carreras o profesiones. Aquí lo fundamental es reconocer qué tanto la vida cotidiana del joven está siento atendida y vista a la luz del Evangelio, de esa mirada que no es intimista sino que es más bien vinculante, porque mirar la vida por el prisma del evangelio nos remite necesariamente a mirar la realidad de manera integradora y no en forma excluyente, “he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10) dice el Señor, una vida intimista e individualista no dará frutos a favor del Reino.

 
En los grupos juveniles la tarea permanente es descentrar a los y los jóvenes de sí mismos, para centrarlos en la persona de Jesucristo, quien como Dios trinitario, necesariamente nos remite a los demás miembros de una misma familia que es la Iglesia pueblo de Dios.

 
Una pastoral signo de la Iglesia “experta en humanidad” debe identificar en la juventud, todos aquellos gestos y palabras que nos permitan percibir la •”semilla del Verbo”, a fin de ser servidores de la Palabra y testigos del Reino, para que seamos puentes de encuentro entre el joven y Jesús que es “camino, verdad y vida”. Pues la juventud es ciertamente la esperanza de la Iglesia y de la sociedad, pero es ante todo la predilección del Maestro y ya nuestros obispos han hablado de la opción preferencial así como de la opción efectiva como afectiva.



Dejo abierta la presente reflexión para todas aquellas personas que han descubierto su servicio en medio de las juventudes.

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(1) Este artículo fue escrito a petición del responsable de pastoral juvenil de la diócesis de Chiclayo, en noviembre del 2009. Lo elaboré por tanto con una mirada desde dentro –dado que soy militante cristiana- y acompaño a una comunidad juvenil de Chiclayo. También desde fuera, porque soy ciudadana activa de iniciativas y de plataformas en relación a las políticas públicas de juventud en la región Lambayeque. Con esas premisas y con agrado, va lo compartido con algunas breves modificaciones.
(2) Docente, ddiplomada en Culturas Juveniles y Desarrollo por la PUCP, Bachiller en Trabajo Social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Consultora en temas de juventud y organizaciones de base. Actualmente es miembro del Instituto de Ética y Política (IETP) en la Región Lambayeque y colaboradora del Instituto de Pastoral y Desarrollo Juvenil (IPADEJ).

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